miércoles, 22 de julio de 2009

Microrelato.


Por Carlos Camacho Solana

La maison Dupont.

La casa se mostraba majestuosa, con su blanca fachada, y su enorme jardín que daba a la carretera numero 512 que lleva a Grasse, que esta muy cerca de la Cote d`Azur en Francia, sus ventanales dejaban entrar mucha luz adentro y su imponente pórtico solo dejaba espacio para las tardes de remanso que verano a verano se suscitaban en dicha vivienda debido a que la mayor parte del año se encontraba abandonada.
El recibidor era amplio y bien decorado, las columnas de la entrada suspiraban una tendencia art decó en cada pliegue, desde la base hasta el techo. El piso era de madera y estaba laqueado, los pasillos eran largos y el principal daba a las escaleras de caracol que hacían llegar a las habitaciones de arriba y a la sala de estar, esta última estaba decorada con algunas copias de Picasso, Toledo y algunas fotografías que tomó el Monsieur Dupont en su juventud.
La sala de estar se conectaba mediante una puerta hacia la biblioteca que albergaba una cantidad impresionante de libros de arte, novelas y mapas de los lugares mas recónditos del planeta, había allí también sillones que incitaban a apoltronarse y disfrutar de horas de lectura.
La habitación principal se encontraba a un lado de la sala de estar y tenia una cama enorme que invitaba al descanso, la decoración era exquisita y daba muestra del buen gusto de los Dupont, había un jacuzzi en la sala de baño, un bidet y una mesa de masaje.
Memorable sin duda, era la sala de juegos donde Frank pasó largas horas jugando al billar y vió películas con Pierre el hijo de Monsieur Dupont, había un pequeño refrigerador que contenía casi siempre cervezas importadas, hielo y bebidas refrescantes.
Los cuartos de los hijos eran más modestos en la decoración y en muebles pero no dejaban de tener ese aire opulento que toda la casa mostraba.
Mi amigo Frank era un literal “viejo lobo de mar”, había surcado en su pequeño bote los siete mares y conocía muchos países, había sido abandonado por su esposa 10 años atrás y solía decir que el mar era la mejor cura que existía para una persona como él.
Casi siempre se le podía ver con pantalones cortos, camisas polo y mocasines deportivos, sin calcetines; tenía el pelo largo y aunque era rubio, ya se le empezaban a notar las canas, su cara era de buen talante, sonreía mucho y tenía un bronceado imperecedero debido al tiempo que pasaba en cubierta en la “Sandrine”, ese bote que había reparado dos veces antes de poder llegar a la Costa Azul.
Frank conocía a los Dupont desde la infancia, su padre era muy amigo de Monsieur Dupont y en las vacaciones siempre solía visitarlos.
Una noche que Frank no podía dormir, se dirigió al pórtico para tomar aire fresco y prender un cigarro, ahí sorprendió a Monsieur Dupont abriendo una puertecilla, que salía del piso y que días después logró abrir el solo, cuando no había nadie, esa noche el Monsieur Dupont no vió a Frank y fue así como pudo darse cuenta de todo el procedimiento que empleó para abrirla, esta puerta daba a una zona secreta de la casa, que aparentemente todos conocían excepto Frank.

- No es que me guste fisgonear, pero días después me encontraba solo y aburrido y la curiosidad terminó por recorrerme, abrí aquella puerta y terminé horrorizado cuando logre ver que esta especie de sótano albergaba lo mas sórdido y terrible que uno haya visto jamás- soltó Frank con los ojos desorbitados, la vez que fuimos al bar.

Había pedazos de piernas, manos y cabezas degolladas de mujeres que en vida probablemente fueron bellísimas, había una mesa de metal con instrumentos quirúrgicos y del techo colgaban grilletes, en las paredes solo había sangre y el olor a muerte combinado con formol era tan penetrante que daban ganas de vomitar; en una de las paredes había monitores de tv, que mostraban incesantemente brutales violaciones que daban paso a los desmembramientos.
Nunca más, Frank volvió a aquella casa, y meses después, se inició una investigación que terminó con la aprehensión de Monsieur Dupont y su cómplice Burt Lantré también conocido como “el acuchillador”, ambos habían sido responsables de la desaparición y homicidio de 22 chicas de la agencia de modelos Belle de jour!, todo esto ocurrió gracias a la llamada que temerosamente Frank hizó a la jefatura de policía de Grasse, momentos antes de despedirnos y que yo abordara mi tren hacia Barcelona.

Después de todo lo ocurrido, no dejaba de pensar en aquella hermosa casa a la que mi amigo disfrutaba tanto ir, en la que pasó verano a verano grandes vacaciones.
Hace pocos días pude comprar un periódico de Grasse y vi con sorpresa en una de las notas, que la casa había sido derrumbada dando paso a la construcción de un complejo comercial, en el titular se leía: “Cae casa de asesinos gracias a la mancha urbana”.
Mi amigo Frank, se encuentra sin paradero alguno y no hay noticias de él, yo pienso que de nuevo emprendió una aventura marítima y que debe estar descansando en el Sandrine del recuerdo horrible y de las investigaciones de la maison Dupont, ya vendrá el día en que me diga: ¡Vamos, te invito una cerveza en el bar!

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